Desarrollo del lenguaje infantil
En
consecuencia podemos hablar de tres fases sucesivas:
El
grito es el primer sonido que emite el niño. No tiene función ni intención
comunicativa.
El
grito no tiene valor lingüístico, en cuanto el niño descubre su influencia en
el entorno, tanto el grito como el llanto se convierten para él en instrumentos
de apelación más que de comunicación.
A
partir de los dos meses, los gorjeos del niño pueden responder a veces a
palabras de la madre.
A
los 12 meses el niño puede conocer de 5 a 10 palabras a las que atribuye un sentido
impreciso y global. A los 2 años su vocabulario puede alcanzar ya 200 palabras.
A los 2 años y medio, unas 400; y a los 3, ya ronda el millar. Para poseer
entre 2.000 y 3.000 a
los seis años.
La adquisición del
vocabulario
La
etapa de las primeras palabras se inicia entre los nueve y los catorce meses.
En ella convergen los procesos de percepción y producción fonológicas a los que
se superponen la función expresiva y la función referencial.
Hacia
los quince meses aparecen los primeros verbos, y hacia los veinte, los
adjetivos y los pronombres. A causa de la aparición de los sustantivos como
palabras-frase, con frecuencia equivalentes a un deseo. Así, agua, puede
significar: dame agua, quiero agua, tengo sed...
Calidad
del lenguaje del niño
A
partir de la escolarización su lenguaje adquiere más posibilidades de
comunicación.
Lenguaje y
personalidad
El
lenguaje debe mirarse en función de la personalidad. Por consiguiente en él
intervienen factores lógicos y factores psicoafectivos. La personalidad del
individuo influye en el aprendizaje y expresión del lenguaje.
El
lenguaje instrumento de expresión y de comunicación, habrá que considerar su
evolución en un doble plano: individual y ambiental.
La
forma de hablar de un niño puede darnos información sobre su personalidad o
sobre su estado actual.
Es
fácil observar en los niños sus cambios de lenguaje en relación con el
interlocutor, como es fácil observar formas de hablar mimoso, vergonzoso o a
gritos.
La
cantidad y calidad de los estímulos del ambiente son determinantes en las
manifestaciones lingüísticas del niño y en el desarrollo del lenguaje.
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